'Una vuelta dentro de otra vuelta', un relato breve de Pedro Martí

Pedro Martí el un talentoso escritor vigués de relatos vuelve a deleitarnos con un nuevo relato inédito, Una vuelta dentro de otra vuelta.


Una vuelta dentro de otra vuelta

Un relato de Pedro Martí

 

La tierra da vueltas sin parar, a toda velocidad, y yo ni lo noto. Todo se mueve todo el rato y a nosotros nos parece que todo está quieto. Mientras esperas en la cola del supermercado estas girando a 1670 kilómetros por hora. La clave es que la velocidad sea más o menos constante, así no percibes el movimiento, como en un avión o un tren. Con lo fácil que sería que nada diese vueltas.

La tierra se mueve y no va a ningún sitio, simplemente avanza, del espacio negro al espacio negro, sin objetivo. Como todo lo demás. A mí me parece que la vida es una vuelta dentro de otra vuelta metida en una vuelta que también da vueltas. Y así hasta el infinito.

Al final, si lo piensas es normal que nosotros caminemos en círculos. Lo hacemos sin darnos cuenta, distraídos por las luces brillantes y los escaparates que escoltan el camino; entretenidos resolviendo los problemas que nos hemos creado. Obcecados con llegar más lejos, más alto o más rápido que los demás, nadie sabe muy bien a donde o a qué. Pero siempre en círculos, como un ratoncito. Corremos sin parar y lo único que encontraremos tras la meta es el culo del último clasificado, arrastrándose sudoroso por la pista. Es difícil encontrar motivación cuando sabes que el premio son dos nalgas y la siguiente misión seguir corriendo. Yo sólo encontré una salida coherente para hacer frente a esta situación. Tomé la decisión más lógica, el Circular 1.

Un día dura 24 horas porque es lo que tarda la tierra en dar una vuelta sobre sí misma. Por eso funcionan los relojes y sabes a qué hora poner el despertador para llegar puntual al trabajo. El recorrido del C1 no tiene ni inicio ni fin, puedo pasar allí todo el día, sentado sobre el plástico duro. Me pongo a ver la vida por la ventana desde el autobús, resguardado de la lluvia. Como estoy siempre en el C1 para mí un día dura 10 vueltas al centro de la ciudad, con sus 15 paradas, 6 cervezas y 10 cigarros. No sé qué hora es, pero sé que estamos en la séptima parada del quinto recorrido y sólo me quedan dos birras.

Aquí dentro sí que noto el movimiento, lo veo por la ventana y lo siento cuando el autobús frena de repente. No sé si eso es bueno o malo, al menos me da la sensación de que avanzo hacía alguna parte. Sí la tierra frenase de golpe lo que pasaría es que saldríamos todos disparados hacía el espacio. Nos quedaríamos flotando eternamente, con toda nuestra ropa, con nuestro coche, nuestro móvil y todas nuestras cosas. Lo malo es que nadie podría subirlo a Instagram. Sería un final bonito para la humanidad, al menos debería acabar así alguna película.
    
 Al principio me ponían pegas por subir con la cerveza al autobús, supongo que pensaban que la iba a liar. Tenía que prometer que no pensaba bebérmelas y apañármelas para dar sorbitos a escondidas. Ahora conozco a todos los conductores, saben que llego por la mañana con mi bolsa llena de 6 latas de cerveza frías, con el aluminio de la lata tensando el plástico, como un globo, y me voy por la noche con mi bolsa medio desinflada. Las 6 latas arrugadas ocupan mucho menos y la bolsa parece una fruta pocha. Saben que no causo problemas, por fortuna tengo una borrachera muy discreta, casi asintomática. A mí el alcohol me calma, no me altera.

Cada vez que el bus da una vuelta entera hace un descanso de unos cinco minutos en una parada de la Plaza de América. Con todos esos coches dando vueltas sin parar, a dos metros de nuestras caras, y escupiéndonos todo el humo y el ruido. En esos momentos aprovecho para fumar. La mayoría de conductores también fuman. Lo entiendo, sólo un cigarro puede hacer medianamente agradable un descanso en una rotonda. Vas a estar chupando humo de todas formas. La elección es diesel o Ducados. Casi nunca hablo con ellos, como mucho me piden o les pido fuego; algún cigarro alguna vez. Cuando empieza algún novato, trata de darme charla, pero hablo tan poco que con el tiempo desiste. No tengo demasiado que contar, sólo estoy en el c1, sin más.

Hoy el día ha sido distinto, más largo supongo. Sólo 5 vueltas completas y seis paradas. Pero 12 cervezas y 20 pitis, más o menos, ya no me acuerdo bien. Se subió al bus un ex compañero del colegio, como él habla mucho y yo tan poco sólo tuve que decir “hola” y “sí” para acabar en su casa bebiendo algo.

Me contó que ahora es diseñador gráfico, que gana mucha pasta pero que prefiere el bus, dice que tener coche es irresponsable. Yo le respondo que a mí me parece que solo da vueltas haciendo dibujitos y a él le hace mucha gracia. No sé cuando dejó de hablar, me desperté sentado en su sofá en plena noche.

A las 3 de la madrugada de un martes no hay C1, así que simplemente son las 3 de la madrugada. Me tumbo e intento dormir, estoy muy lejos de casa. Siento como todo se mueve, todo da vueltas. Es lo que está pasando realmente, aunque también he bebido mucho. Lo mejor será caminar, si ando a una velocidad constante no notaré el movimiento. Así que camino hacia ninguna parte, con el único objetivo de no marearme.

1 comentario:

  1. A mí los buses de Vitrasa me dan mal rollo. Me bajo en cuanto puedo. Buscaré otra forma de dar vueltas

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